domingo, 26 de agosto de 2012


Otra crisis alimentaria, los mismos síntomas

La comunidad internacional no ha creado regulaciones que eviten otra alarma alimentaria cuatro años después de la última sacudida


Un cultivo de maíz afectado por la sequía en EE UU / LARRY W. SMITH (EFE)


Los graneros no están del todo vacíos. Algunas reservas incluso han alcanzado niveles récord este año, como en el caso del arroz. Pero el fantasma de la crisis alimentaria vuelve a presentarse. La reciente subida de precio de los alimentos, el mayor incremento desde 2009, y una demanda por parte de la población al alza, abren la veda a una nueva situación de emergencia, que sin una intervención rápida podría afectar a más de 1.000 millones de personas. Algunos analistas llegan a afirmar que si la demanda no se contrae, las existencias pueden agotarse antes de la cosecha de 2013. Sin embargo, no todas las responsabilidades pueden achacarse a la sequía que ha asolado la recolección de los principales países productores de cereales. Muchos de los lastres de la alimentación son errores que ya asomaron en la anterior crisis, y que nunca se atajaron.
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La cotización internacional del trigo subió en julio un 19%, de acuerdo con la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El maíz se incrementó en un 23% y alcanzó su máximo histórico en la Bolsa de Chicago, después de que se recortaran las previsiones de producción para este año en EE UU. El encarecimiento de los alimentos está ejerciendo presión sobre la inflación, puesto que los salarios no siguen la misma tendencia al alza. Esta situación pone a prueba sobre todo a los consumidores de los países más pobres, que pueden llegar a gastar un 75% de sus ingresos en bienes de primera necesidad.

La revisión a la baja del pronóstico de producción mundial de cereales en 2012 (2.396 millones de toneladas) ha obligado a recalcular la previsión de reservas relativas a la campaña agrícola que finalizará en 2013 (536 millones de toneladas, 12 millones menos de lo estimado en junio), según los cálculos de Naciones Unidas, que está en alerta. “En el conjunto de los cereales, el nivel de reservas no es muy alto, pero tampoco dramático, aunque no hay que minimizar el problema”, explica la experta de la FAO, Concepción Calpe.

EE UU ha vivido la peor sequía en 50 años. El primer productor mundial de azúcar, Brasil, se ha visto afectado por las lluvias fuera de temporada. El arroz y el azúcar de India sufren por el retraso de los monzones.

Pese a la delicada situación, los precios siguen por debajo de los niveles alcanzados en 2008 y la demanda global ha bajado en comparación con los niveles de hace cuatro años debido al estancamiento económico. El precio del petróleo también se ha reducido, hasta rondar los 110 dólares por barril.
Las lecciones de la otra crisis

Pero el encarecimiento de los alimentos es un fenómeno cíclico. Y peligroso. Tras alcanzar niveles récord en 2008, la recesión de 2009 causó una fuerte bajada, seguida por el repunte de 2011, que marcó nuevos máximos históricos. ¿No se ha aprendido nada de la crisis que hace cuatro años llevó a la calle a miles de personas en más de diez países, como Haití y Egipto? Se saben las causas pero no se han solucionado muchas de las deficiencias. “Entre 2007 y 2008 lo que agudizó la situación fue la reacción de los países, más que el efecto de las propias condiciones climáticas”, explica la experta de la FAO. “En aquel entonces, el error fue que cada país pensó en su situación interior, sin preocuparse por los demás".


El contagio de los ganaderos españoles

La subida de precio del cereal y, en consecuencia, de los piensos no ha tardado en repercutir en el panorama español. Un kilo de pienso actualmente se valora en torno a 0,37 euros (IVA excluido), mientras que el litro de leche en origen cuesta de media 0,28 euros (más IVA).

La Unión de Pequeños Agricultores (UPA) sostiene que con la crisis de 2007 más de 35.000 explotaciones en todo el territorio tuvieron que echar el cerrojo y que, desde entonces, la situación “ha ido empeorando”.

Lorenzo Ramos, secretario general de UPA, lamenta “la situación límite” del sector y acusa a las grandes cadenas de distribución de no retribuir a los productores en consonancia con la tendencia al alza de los costes, lo que pone de rodillas al sector. El representante de los pequeños agricultores exigió más ayudas por parte del Gobierno y de la Unión Europea en el encuentro de la semana pasada con el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, y advirtió de que muchos ganaderos “no llegarán a terminar el verano” dado lo difícil de la situación.

Lourdes Benavides, responsable de Justicia Económica de Oxfam, insiste en que hay factores que se repiten ahora. “Las respuestas hasta ahora han sido tímidas, lentas o inexistentes”, subraya. Hoy como entonces, las existencias registran niveles bajos y sigue faltando inversión en agricultura, sobre todo a pequeña escala, mientras que el 80% de la producción está concentrada en tan solo cinco países. El dólar, además, se mantiene en una posición más fuerte que en el periodo de 2007 y 2008, lo que implica un mayor gasto para los países que importan comida. “Si los Estados empiezan a restringir las exportaciones o a importar como locos, la situación podría empeorar”, alerta Calpe. Rusia ha descartado recientemente la posibilidad de limitar sus exportaciones, aunque ha admitido que se considerarán “intervenciones puntuales”.

Lo que más preocupa a Christine Haigh, analista del World Development Movement, son las maniobras financieras. “En junio ya se manifestaron los primeros signos de especulación, incluso antes del anuncio de la reducción de las cosechas en EE UU. En respuesta a las previsiones de incremento de precios de los alimentos, los especuladores han inyectado más dinero en estos mercados. Esto hace que los precios suban mucho más de lo que deberían”, advierte.

“Parte de esta situación se podría haber evitado con una correcta regulación de los mercados derivados de materias primas y la eliminación de los biocombustibles. Hay que actuar también en contra del cambio climático, pero en ese ámbito las políticas tardan más en tener efecto, incluso si se ha hecho algún esfuerzo en este sentido desde la anterior crisis”, dice.

Haigh además, pone de nuevo el dedo en la llaga: la subida de los precios de los alimentos reabre el eterno debate sobre las porciones de cosechas destinadas a la producción de biocombustible. En EE UU, este porcentaje alcanza el 40%. Oxfam defiende una reducción de las ayudas al sector por parte de EE UU y Unión Europea para estos cultivos destinados a la energía, “para que no se quite la comida de las bocas para meterlas en los motores”, subraya Benavides. “Si se actúa ahora, todavía estamos a tiempo”, opina.

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