martes, 8 de enero de 2013


El industrial ecologista

Ernesto Segarra crea los primeros zapatos que se convierten al 100% en abono orgánico

Es descendiente de una de las grandes productoras españolas de calzado, Silvestre Segarra



Ernesto Segarra, creador de los primeros zapatos compostables, en su vivienda de Valencia. /TANIA CASTRO


A Ernesto Segarra se le podría definir como un industrial ecologista. Descendiente de una familia vinculada a la gran producción española de calzado —Silvestre Segarra, que, partiendo de una fábrica de La Vall d’Uixó, llegó a producir 20.000 pares al día— es el creador de los primeros zapatos que se convierten completamente en compost, el abono orgánico cuyas propiedades superan a las de los fertilizantes convencionales. El modelo ha llegado recientemente al mercado de la mano de Snipe, marca fundada por Segarra en los años ochenta y que en 2008 fue adquirida por el grupo alemán Gabor. “Se trata de algo bien sencillo”, comenta Segarra en Valencia, donde vive: “los materiales del zapato vuelven a la tierra, de donde surgieron”.

El lanzamiento inicial del modelo, llamado Snipe 100%, ha seguido una estrategia en línea con el producto: un modelo moderno, unisex (con hormas para hombres y mujeres) y con un solo color, tirando a negro. Aunque tras la buena acogida en Europa, la empresa ya prepara la ampliación de modelos y colores.


La idea es que cuando los zapatos están gastados se introduzcan en un compostador familiar

“Esto surge por un problema medioambiental, y es que cada vez somos más gente en este planeta y consumimos más. Se prevé que para 2014 se consuman 20.000 millones de zapatos al año”, afirma Segarra. Una gigantesca producción que acaba en vertederos e incineradoras.

Cuando los zapatos inventados por Segarra se gastan, en cambio, sus dueños pueden introducirlos, troceados y humedecidos, con el resto de residuos orgánicos en su compostador familiar, un tipo de depósito extendido en países del centro y norte de Europa, pero poco frecuentes en España.

En cuatro o cinco meses, los zapatos y demás residuos se han convertido en compost que puede utilizarse en el jardín doméstico. “El compost o abono orgánico tiene unas propiedades que no tienen los fertilizantes, que están empobreciendo la tierra sobre todo en los países mediterráneos”, explica. Para quienes no tengan compostador, la empresa se compromete a recoger los zapatos y enviarlos a una planta de compostaje industrial.


Segarra adquirió la conciencia ecológica en los años setenta, en plena crisis del petróleo

El origen de los zapatos está en la conciencia ecológica de Segarra, adquirida en su etapa universitaria, en los años setenta: “Era la época de la crisis petrolífera, de la publicación delInforme Meadows sobre los límites del crecimiento… Aquello me impactó, seguí leyendo sobre el tema y nunca lo he dejado”, cuenta.

Pero ha sido el avance técnico el que los ha hecho posibles. De hecho, a principios de los noventa Segarra lanzó con Snipe un primer calzado reciclable. “Pero no había la suficiente tecnología y faltaban materiales”, afirma. La propuesta —acompañada por otras como regalar semillas para plantar árboles con cada par de zapatos— llamó la atención en el mercado alemán, más concienciado con la sostenibilidad. Y fue esa imagen de marca, cree Segarra, la que movió a Gabor a comprar Snipe, con la que sigue colaborando.

En el proceso de diseño del nuevo producto han intervenido, entre otros, los expertos Alfonso del Val y Ramón Plana, la Universidad de Vigo, la Universidad Pública de Navarra y la planta de compostaje industrial de Jorba (Barcelona).


La mayor parte de los productos de consumo podrían seguir una senda similar, afirma

Los dos componentes básicos del zapato son la piel y la suela. La piel, explica Segarra, está curtida con titanio, un sistema mucho más biodegradable que el tradicional método vegetal -"se ha encontrado calzado con centenares de años que no se había degradado mucho"-, y más seguro que el curtido con cromo, cuyo compostaje está prohibido porque genera riesgos para la salud. Las suelas están fabricadas con un termoplástico biodegradable.

La creación de Segarra es el resultado de varias tradiciones. La primera, la zapatera, la lleva dentro desde que de niño jugaba en la fábrica familiar de la Vall d'Uixó (Castellón). Su bisabuelo fundó Silvestre Segarra, en torno a 1900, dedicada entonces a la producción de alpargatas. Su abuelo dio el salto al zapato de piel e inició la apertura de tiendas por toda España. En algún momento del siglo XX, Silvestre Segarra se convirtió en el primer productor de zapatos del país, 20.000 pares al día, con 5.000 trabajadores.

La empresa se sumió en una crisis en los años setenta y se dividió en ramas familiares. En los años ochenta, Ernesto Segarra fundó Snipe, con la que ganó el Premio a la Innovación de la Generalitat valenciana en 1994.

Segarra cree que, con el tiempo, se creará una etiqueta de compostaje europeo y un zapato como el suyo podrá acabar en cualquier contenedor de residuos orgánicos. "Para mí esto es un paso", dice. Una senda que, considera, no solo podrían seguir el calzado y otros artículos de piel, sino, en general, todos los productos de consumo: "La idea es siempre la misma, hacer como los demás habitantes de este planeta y que lo que se utilice siga un ciclo y vuelva a la biosfera".

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