Barry Commoner, visionario de la ecología
Convirtió el medio ambiente en una prioridad en EE UU
Barry Commoner fue el líder de una generación de científicos preocupada por los residuos contaminantes que dejó tras de sí la II Guerra Mundial en EE UU y uno de los primeros en agitar un debate nacional sobre el derecho de los ciudadanos a conocer esta verdad. Provocativo en sus acciones e ideas, consiguió hacer del movimiento ecologista una causa política que movilizó a miles de estadounidenses. Barry Commoner, biólogo y uno de los padres de la ecología moderna, murió el 30 de septiembre a los 95 años en Nueva York.
Su principal legado como biólogo fue su escrito El círculo que se cierra: Naturaleza y tecnología. En el libro, argumentaba la relación de los seres humanos y el mundo natural y aseguraba que las tres principales causas de la degradación de nuestro entorno “son la superpoblación, el aumento de la riqueza y los avances tecnológicos”.
Nacido en Brooklyn el 28 de mayo de 1917, Commoner era hijo de un sastre judío y una costurera. Fue durante su adolescencia cuando descubrió su amor por la biología. Consiguió licenciarse con honores en Zoología en la Universidad de Columbia en 1937 y obtuvo el doctorado en esta especialidad en la Universidad de Harvard tan solo tres años después.
Tras servir a su país como teniente de la Marina de EE UU durante la II Guerra Mundial, Commoner se trasladó a San Luis donde ejerció como profesor de Fisiología Vegetal en la Universidad de Washington, profesión a la que dedicó 34 años de su vida.
Su estudio sobre los efectos de la lluvia radiactiva, que incluía el hallazgo de concentraciones de estroncio 90 en los dientes de los niños, tuvo un papel fundamental en la firma del Tratado de la Prohibición de Pruebas Nucleares de 1963 por parte del presidente John F. Kennedy. A partir de ese momento, Commoner centró la atención pública como orador y escritor de los problemas ambientales, incluso llegó a presentarse sin éxito para la presidencia en 1980. Además, este investigador alertó sobre el peligro de las dioxinas y los compuestos químicos obtenidos a partir de procesos de combustión. Y promovió el potencial de la energía solar como recurso sostenible y el reciclaje como medio más que práctico para reducir la acumulación de residuos.
En 1966 fundó el Centro para la Biología de los Sistemas Naturales, el primer instituto que se ocupó de los problemas ambientales en EE UU. Dejó la dirección del centro en el año 2000, a la edad de 82 años, aunque siguió investigando. En el momento de su muerte estaba escribiendo un libro sobre el origen de la vida.
También consiguió que el propio presidente Richard Nixon mencionase en su discurso de 1970 sobre el debate de la Unión que “la gran pregunta de los setenta es si deberíamos aceptar lo que nos rodea o deberíamos hacer las paces con nuestro entorno”.
Paralelamente a su imagen pública, Commoner fue un brillante profesor e investigador, estudió el metabolismo celular y el efecto de la radiación sobre los tejidos. Su equipo fue el primero en descubrir la existencia de los radicales libres —grupos de moléculas con electrones desapareados— y que estos eran indicadores de los estadios tempranos de la enfermedad del cáncer. También analizó la contaminación de los ríos norteamericanos por la irrigación de fertilizantes y el envenenamiento por plomo en barrios desfavorecidos.
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