martes, 1 de mayo de 2012

Los corales podrán refugiarse en islas del Pacífico frente al cambio climático

Las corrientes crean pequeñas zonas donde el ritmo de calentamiento del agua es menor y donde las especies tendrían una oportunidad de adaptación


Corales del Pacífico. / JESSIE KNEELAND / WOODS HOLE OCEANOGRAPHIC INSTITUTION



El aumento de la temperatura del océano a lo largo de este siglo pone en serio peligro a las colonias de corales en el Pacífico ecuatorial, cuya degradación es patente desde hace 30 años. Pero las mismas condiciones del cambio climático que, por un lado, amenazan a los ecosistemas de los arrecifes coralinos, pueden crear refugios inesperados para esas especies tan amenazadas alrededor de algunas islas donde las corrientes oceánicas ralentizan el calentamiento del agua. Tal vez así puedan los corales irse adaptando al entorno alterado y sobrevivir, sostienen unos científicos de la prestigiosa Institución Oceanográfica Woods Hole estadounidense. Ellos han investigado el asunto desarrollando modelos climáticos específicos en los que aprecian en el Pacífico ecuatorial más detalles de los efectos del calentamiento de las aguas que en los modelos globales que muestran la evolución del cambio climático.

Los estudios climáticos predicen que la temperatura oceánica subirá este siglo casi tres grados centígrados en el centro del Pacífico tropical y las altas temperaturas del agua afectan gravemente a los corales en un proceso en el que pierden las minúsculas algas simbióticas que viven en ellos proporcionándoles nutrientes vitales, explican los científicos de Woods Hole. Este proceso, llamado blanqueo, es la causa principal de la mortalidad coralina y la pérdida de arrecifes.

Pero en el océano mandan las corrientes. En el Ecuador, los vientos generan una corriente de Este a Oeste en la superficie del agua, mientras que a 100 o 200 metros por debajo se desarrolla una corriente en sentido opuesto, de aguas más frías y ricas en nutrientes, y cuando choca con una isla el agua se desvía alrededor de ella, emergiendo por la costa occidental. Este proceso de emergencia de aguas más frías y ricas a la superficie crea zonas favorables para la vida marina y se aprecia en los mapas de datos obtenidos desde satélites que muestran los niveles de clorofila en el océano. Es claramente visible, por ejemplo, alrededor de las Galápagos, pero ha pasado desapercibido en el caso de islas más pequeñas y remotas, explican en la revista Nature Climate Change los investigadores de Woods Hole Kristopher Karnauskas y Anne Cohen.

Karnauskas identificó, en esos mapas por satélite, el aumento de la concentración de clorofila en las islas Gilbert, en el Pacífico ecuatorial, así como áreas de aguas superficiales más frías en la parte occidental de esos arrecifes que pertenecen a Kiribati. Junto con Cohen, empezó a investigar el efecto de las corrientes en los ecosistemas de esas islas, pero los modelos de escala global no tienen suficiente resolución para apreciar los detalles, por lo que desarrollaron simulaciones informáticas de mucha menor escala. “Los modelos globales predicen un aumento significativo de las temperaturas en el centro del Pacífico tropical en las próximas décadas, pero las condiciones pueden variar mucho alrededor de un arrecife coralino, por lo que tenemos que utilizar modelos de alta resolución, no los de escala global”, explica Karnauskas en un comunicado de Woods Hole.

Los resultados obtenidos por estos dos científicos indican que, a medida que suben las temperaturas del aire y se debilitan los vientos ecuatoriales, la corriente superficial del Pacífico también se debilita -en un 15% hacia finales de este siglo-. Al debilitarse la corriente superficial del agua, disminuye la fricción y la corriente fría más profunda se refuerza en un 14%. El resultado es que la cantidad de emergencia de aguas más frías y ricas en nutrientes se incrementa en un 50% alrededor de esos islotes del océano ecuatorial, reduciéndose allí el calentamiento en 0,7 grados por siglo. Puede ser suficiente para que un puñado de atolones, algunos de no más de cuatro kilómetros cuadrados, se conviertan en el último refugio para los ecosistemas coralinos, al menos en sus aguas occidentales. Al parecer, en esos reductos será más lento el aumento de la temperatura del agua que en otras islas más al norte o más al sur y al margen, por lo tanto, del efecto de esas peculiares corrientes submarinas ecuatoriales.

“Aunque el efecto de mitigación de una corriente submarina reforzada no evitará a los corales el calentamiento seguramente inevitable en la región, el aumento de las temperaturas será más lento alrededor de esas islas, lo que tal vez dé a los corales y a sus algas simbióticas una oportunidad de adaptarse y sobrevivir”, dice Karnauskas. Aunque los arrecifes en la región sufran el golpe del cambio climático, en las islas y arrecifes ecuatoriales podrían sobrevivir larvas de corales y otras especies, como si fueran un banco de semillas para el futuro, que tal vez puedan adaptarse y acabar recolonizando las zonas agotadas por el calentamiento.

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