martes, 1 de mayo de 2012


Muere un águila olvidada por la Xunta

Vecinos de O Courel se ven obligados a rescatar por sus medios un ave rapaz abandonada por el 112, pero la ayuda que llega, a través de Facebook, no basta



Los vecinos de Ferreirós recogen el ave rapaz en una caja de fruta



No llevaba más de medio kilómetro andado cuando se topó con algo que le cambió los planes del puente. Orlando Álvarez, profesor en Lugo, ecologista, defensor infatigable, y aun en la enfermedad, de sus montañas de O Courel, tiende a tropezarse en sus paseos con atardeceres impagables, músicas imposibles de interpretar, huellas de oso pardo. Pero también con agresiones al paisaje, aberraciones administrativas y múltiples leyes violadas.

Eran, dice, las nueve y media de la tarde. Había parado al fin de llover y salió con Xunco, el perro, a aprovechar la última luz del sábado por la carretera comarcal, cuando a 500 metros de su casa, en Ferreirós, posada sobre un muro y empapada, descubrió un águila. En esto, el ave se precipitó sobre el can, o eso le pareció primero a Orlando, y en la caída acabó atrapada en unas zarzas, patas arriba, “con las alas abiertas y descolocadas”. “Visto ahora, me parece que no quería atacar a Xunco”, repasa. “Solo estaba desfallecida y cayó”.

“Sin tocarla, por el evidente peligro de semejante pico abierto”, relata Orlando, “llamé al 112”, el teléfono de la Axencia Galega de Emerxencias, dependiente de la Consellería de Presidencia. Al otro lado de la línea le dijeron que esperara. Y allí se quedó el amigo de los animales, hora y media junto al águila herida hasta que, ya de noche cerrada, decidió ausentarse un rato e ir a la aldea a buscar una luz. A la vuelta, volvió a llamar al 112. Y entonces le contestaron que “le hiciera lo que quisiera al pájaro”, que hasta el lunes no podría pasarse nadie a recogerlo. “Pero es que es un ave rapaz muy grande, y puede ser muy importante rescatarla”, advirtió en un último intento el ecologista a la voz carente de emoción que sonaba en el móvil.

No valió de nada. Al 112, que se vende en Internet con estadísticas y mapas de actuación en tiempo real, no le importó la suerte del águila. Ni preguntó por la especie, no fuera a ser una habitual de las listas de amenazadas.

Así que Orlando pidió ayuda a los vecinos. Entre varios, con unos guantes y una chaqueta, envolvieron el ejemplar maltrecho y lo metieron en una caja de fruta, cerrado con un cartón y un cordel. Ya en casa, el alma de la Asociación Ecologista SOS Courel, apreciado por muchos vecinos, incómodo para aquellos otros que temen una hipotética declaración de parque natural o para los que viven de las canteras, lo intentó con el hospital veterinario Rof Codina de Lugo. Allí también le dijeron que el fin de semana no tenían disponible ningún experto en aves depredadoras. Eso sí, le aconsejaron que le echara “unos granos” al águila para mantenerla viva.

Lo que pasa es que el ave resultó no ser vegetariana. Los profesores del instituto de Seoane, uno de ellos experto en pájaros, la identificaron como un águila culebrera. Dice Orlando que es más fácil adivinarlo en pleno vuelo, “por el dibujo de las alas”, pero al final, cuando efectivamente llegó a manos de veterinarios, se comprobó que los docentes estaban en lo cierto. Era un águila culebrera europea, de las que pasan el invierno en África subsahariana y en abril vuelven a Europa. Cualquier lugar de Europa siempre que no haga mucho frío, ni demasiada humedad, y abunde su manjar favorito: los ofidios.

Los profesores le recomendaron a Orlando que pusiese la caja en un lugar tranquilo en el que el águila no pasase frío. Después, desesperado, colgó en Facebook, con un comentario, una de las fotos del águila que había tomado su sobrina. Enseguida llovieron las reacciones. Y el domingo a media mañana se presentó en su casa Clara, una de los tres guardas zonales de Conservación da Natureza. Alguien que había visto lo de Facebook dio la alerta. El ave acabó ese día en el centro de recuperación de Avifauna en O Veral (Lugo), y el diagnóstico que transmitió la guarda a la vuelta parecía bueno: el águila estaba “nutrida” y aún “tenía el buche lleno”.

Ayer por la mañana, SOS Courel envió un relato de lo sucedido, con la necesaria crítica a la Xunta, a todos los medios de comunicación de Galicia. Proponía que, una vez recuperada la rapaz, fuesen los alumnos del colegio de Seoane quienes la liberasen. Pero al mediodía telefoneó interesándose por ella. Y en Avifauna le informaron de que había muerto de madrugada.

Orlando, por la tarde, no podía, ni quería, contener su cabreo con el mundo. Con un sistema alfombrado e inútil, ajeno a las huellas de oso y las músicas imposibles de interpretar. Con la “dejadez” y el “nulo interés” de un director general de la materia, Ricardo García Borregón, que “ni siquiera tiene habilitado un protocolo de emergencias con el 112”. Aunque de ello pueda depender la vida de un pájaro.

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