jueves, 28 de febrero de 2013


“El Ártico está que arde”

Gail Fondahl es geógrafa y especialista en poblaciones indígenas del Norte siberiano


Gail Fondahl, investigadora de ausntos árticos, fotografiada en el restaurante del Museo del Traje. / SAMUEL SANCHEZ
“El Ártico está que arde, y no solo por el aumento de la temperatura, sino también por el creciente interés internacional que atrae”, dice Gail Fondahl, geógrafa y especialista en poblaciones indígenas del Norte siberiano, con mucho mucho trabajo de campo realizado allí y mucha experiencia directa. “Los indígenas del Ártico se han adaptado a los cambios durante mil años, pero ahora tienen que adaptarse muy rápido, tanto al cambio climático como a los socioeconómicos, políticos, demográficos... en definitiva a la globalización”, resume. Ha dado una conferencia en el Museo de América, en Madrid, por la mañana —con visita incluida y el consiguiente asombro y fascinación por lo que ha visto en las salas— y la conversación continúa en el cercano Café de Oriente (Museo del Traje) sobre esa región blanca del mundo.

Viven en el Ártico unos cuatro millones de personas, y aproximadamente el 8% son indígenas, de 40 grupos lingüísticos diferentes, con una fuerte emigración, sobre todo de jóvenes en busca de nuevos trabajos, con una creciente urbanización, cambios de estilo de vida..., comenta Fondahl. “Actualmente hay una economía de transferencia hacia las condiciones de explotación del Gran Norte y, ante el cambio”, plantea: “¿Quién tiene el acceso a los recursos? ¿Cómo se van a distribuir? ¿Cómo se garantiza la sostenibilidad?”. Solo en Groenlandia se espera que en un futuro próximo haya 25.000 chinos atraídos por las nuevas actividades productivas allí, añade.

El Ártico acapara la actividad académica de Fondahl como profesora de la Universidad de Northern British Columbia, canadiense, pero también por su labor en el Consejo Internacional de Ciencias del Ártico, de cuyo Grupo de Ciencias Sociales y Humanas es representante de Canadá y vicepresidenta. Estudió geografía e historia y se especializó en antropología de la gente que vive en el Norte en la parte siberiana. “Me fascina, he estado una docena de veces en la región”, cuenta. Y sí, es difícil llegar, pero una vez allí, dice, “la gente es increíblemente generosa y amistosa. En los años noventa yo era la primera estadounidense que llegaba a aquellos poblados, no tenían casi nada, pero te lo daban todo”.


La geógrafa se ha especializado en poblaciones indígenas de Siberia

En el torbellino actual de erupción económica y reivindicaciones de los países ribereños sobre las aguas árticas, con el cambio climático de fondo, ¿pueden las poblaciones indígenas sobrevivir manteniendo su identidad? “Algunos grupos muy pequeños serán asimilados, ya sea en la tendencia general de Norteamérica o de Rusia, o en otras comunidades vecinas. Pero los grupos grandes están desarrollando su cultura de una forma nueva, no se trata de que mantengan su identidad cultural sino de que evolucionen con ella”, responde Fondahl.

Destaca un elemento del conjunto que a menudo se olvida si se pone el énfasis en las poblaciones indígenas y es que hay una gran población local en el Ártico que, sin ser indígena, lleva generaciones viviendo allí y que no puede ya ser considerada inmigrante. Esas gentes tienen sus propias características, dice. “Y a la gente local, cuando se pretende su participación en los procesos que allí ocurren, se les pregunta solo sobre el cambio climático, la pesca y la caza, cuando ellos tienen sus puntos de vista sobre todo, desde la urbanización al desarrollo industrial, el turismo, la emigración...”.

Junto a su visión académica del Ártico, el Gran Norte tiene para Fondahl su significado personal: “Es un lugar muy atractivo, de población escasa, de gente comprometida con sus comunidades y su determinación de llevar una vida propia”.

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