Keystone XL aviva el debate energético en Estados Unidos
El oleoducto que unirá Canadá con el Golfo de México, de más de 2.700 kilómetros, enfrenta a ecologistas, gobernantes y empresarios
CAROLINA GARCÍA Washington 15 MAR 2013 - 21:30 CET
Durante los últimos meses, miles de personas han reclamado al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que demuestre su compromiso contra el cambio climático y rechace el proyecto Keystone XL, un complejo sistema de oleoductos de más de 2.700 kilómetros de longitud que, de salir adelante, transportará petróleo sintético desde las arenas de Alberta (Canadá) hasta el Golfo de México. Mientras, otras vertientes más conservadoras opinan que esta megaconstrucción creará miles de puestos de trabajo e independizará a EE UU energéticamente.
Para afrontar la construcción se requiere el permiso del Gobierno Federal, ya que el oleoducto atraviesa una frontera internacional. En enero de 2012 Obama rechazó el trayecto pero no el proyecto, aplazando una decisión que ahora le corresponde resolver a John Kerry, actual secretario de Estado.
TransCanada es la empresa encargada de la construcción de Keystone. La instalación completa comprende un sistema de tuberías de más de 2.700 kilómetros de longitud y un metro de diámetro que transportarán un total de 830.000 barriles diarios de petróleo crudo sintético y bituminoso diluido, desde las arenas de Athabasca de Alberta (Canadá) hasta distintos puntos de EE UU, incluidas las refinerías de Illinois; el centro de distribución petrolera de Cushing, en Oklahoma, y conexiones con refinerías asentadas en el Golfo de México. El proceso de extracción y producción de este petróleo no convencional usa tanta energía que produce un promedio de tres veces más emisiones de gases de efecto invernadero que la producción de crudo convencional, según explican los expertos.
Esta tubería acabaría con ecosistemas necesarios para el equilibrio del planeta y contaminaría el agua; lo que podría suponer un riesgo claro para la salud”, sostiene Bass
"Si se construye finalmente el gasoducto, este transportará uno de los combustibles más sucios del planeta y tendrá un efecto devastador en el medio ambiente", explica Wall Bass, ecologista desde la década de los setenta. "La extracción de petróleo de arenas bituminosas ya está devastando los ancestrales bosques boreales y contaminando los ríos de comunidades indígenas aledañas en Canadá", añade.
Como él, los contrarios a Keystone tienen la firme opinión de que esta construcción afectará dramáticamente al entorno, sobre todo en lo referente a las emisiones de CO2 y la destrucción de ecosistemas, como los acuíferos subterráneos de Sandhills, en Nebraska. "Esta tubería acabaría con ecosistemas necesarios para el equilibrio del planeta y contaminaría el agua; lo que podría suponer un riesgo claro para la salud”, sostiene Bass.
Para muchos ecologistas, parar la construcción de Keystone tiene que ser una prioridad tanto para demócratas como para republicanos, y una tarea fundamental porque la tierra está en crisis. “Las corporaciones tienen que entender que el bienestar de los seres humanos, de todos, no es algo que se pueda despreciar”, apunta Neil Pargman, portavoz de la organización Salvemos la tierra. La última protesta contra el oleoducto y el cambio climático reunió a 35.000 personas en Washington.
Keystone no tendrá un impacto virtual ni en el cambio climático ni en la emisión de gases de efecto invernadero”
TransCanada
Los que defienden Keystone opinan que el proyecto permitirá una independencia energética para EE UU y creará miles de puestos de trabajo. En la actualidad, el país depende de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), obteniendo el crudo principalmente de naciones como México y Venezuela.
La compañía explica que “Keystone no tendrá un impacto virtual ni en el cambio climático ni en la emisión de gases de efecto invernadero”. El proyecto ha sido evaluado por el Gobierno Federal durante cuatro años, un estudio que finalizó en el año 2011. La conclusión fue que el oleoducto no tenía “un impacto material sobre el medio ambiente a lo largo de toda la ruta desde Canadá al Golfo de México”, explica a El País Shawn Howard, portavoz de TransCanada.
La empresa sostiene que si los ecologistas estuvieran realmente preocupados por las emisiones, “observarían cómo son los hechos”. “La industria del petróleo sintético produce un 1% del total de las emisiones de CO2 a la atmósfera. El carbón, por ejemplo, representa el 30%. Esto no es un debate sobre el oleoducto, es una campaña de poder y muy bien organizada por profesionales que han decidido que en su lucha en contra de cambio climático, su símbolo sea Keystone ”, continúa Howard. Howard explica que Canadá representa un 2% de las emisiones totales del planeta.
TRANSCANADA
“Los activistas están pasando por alto que en las refinerías de la costa de EE UU en el Golfo de México, desde donde se transporta la mayoría del petróleo, se procesa crudo que procede de Venezuela, México y Oriente Próximo. Y desde allí se transporta en camiones cisternas que provocan casi el triple de emisiones. Además, ignoran que el petróleo que se produce en California hoy en día es más pesado del que se quiere transportar a través de este oleoducto”, dice tajante Howard.
Según los últimos informes, los contratos con México y Venezuela están a punto de expirar y “Keystone permitiría que las refinerías estadounidenses siguieran trabajando a su máxima capacidad y pudiéramos contar con un producto del que todos dependemos”, prosigue el portavoz.
A pesar de que los ecologistas crean que la solución son las energías renovables, que sin duda son menos contaminantes, la realidad muestra que EE UU seguirá necesitando del petróleo durante décadas. “Solo tiene sentido obtener este producto desde Canadá y de las refinerías de EE UU, para conseguir una seguridad energética del país y una reducción patente de las emisiones de CO2 al conseguir que el petróleo sintético provenga de lugares correctos”, continúa Howard.
Grupos más conservadores del Congreso defendieron esta postura durante la pasada campaña electoral: “Puede que las arenas alquitranadas sean contaminantes pero en EE UU se usan mucho. Tal vez el descenso de importaciones desde países hostiles pueda justificar padecer efectos negativos ecológicos".
“No es un debate sobre energía versus economía y su implicación o consecuencias sobre el medio ambiente. Es un debate sobre EE UU y dónde quiere obtener el petróleo”
Shawn Howard, portavoz de TransCanada
Y los republicanos consiguieron que su apoyo fuera algo tangible.Gracias a su voto mayoritario en la Cámara de Representantes, el proyecto Keystone salió adelante a principios de 2012. Esta postura provocó que el presidente de EE UU, quien quería retrasar la resolución hasta enero de 2013, se viera obligado a decidir sobre el futuro final del oleoducto.
El 18 de enero de ese año, Obama rechazó el permiso a la empresa canadiense para construir el conducto de petróleo alegando "que esta decisión no era un juicio sobre los méritos del oleoducto, sino sobre la naturaleza arbitraria de unos plazos que le impidieron al Departamento de Estado recabar la información suficiente para aprobar el proyecto y proteger a la ciudadanía estadounidense".
La ruta que TransCanada propuso en ese momento hubiera atravesado 1.500 ríos y amenazado miles de hectáreas de tierras de cultivo, humedales y los acuíferos subterráneos de Sandhills (Nebraska), uno de los más importantes de EE UU. El mandatario reconoció públicamente estar decepcionado con que los republicanos forzaran esta resolución.
La decisión del presidente provocó que la compañía lanzara el proyecto de nuevo, pero con una modificación. La empresa propuso la creación de dos tramos distintos del oleoducto. Uno norte, que iría desde la frontera de Alberta a Nebraska y un segmento sur, que recorrería de Cushing en Oklahoma al Golfo de México.
Recorrido de Keystone XL
Ante este cambio, el presidente, dos meses después de haber negado el permiso, ordenó a las agencias federales "acelerar un permiso para la construcción de la porción de Keystone entre Oklahoma y el Golfo de México": "Estoy instruyendo hoy a mi Administración a reducir la espera, echar a un lado los obstáculos burocráticos y hacer de este proyecto una prioridad y terminarlo".
“Esta postura por parte de Obama es lógica. Fueron las refinerías de EE UU y otros productores de petróleo los que pidieron a TransCanada la construcción de Keystone , porque necesitaban el compuesto que el oleoducto transporta”, argumenta Howard. “Además, esto no es un debate sobre energía versus economía y su implicación o consecuencias sobre el medio ambiente. Es un debate sobre EE UU y dónde quiere obtener el petróleo”, prosiguen desde TransCanada.
Tras meses de conflicto en torno a la construcción de Keystone XL, puede que la cuestión se resuelva esta próxima primavera, según declaró recientemente el actual Secretario de Estado, John Kerry, encargado de decidir el futuro del oleoducto. El proyecto le costará a EE UU más de 7.000 millones de dólares. John Baird, ministro de Asuntos Exteriores de Canadá, explicó en un comunicado que "trabajará con Kerry para encontrar nuevas formas de crear empleo, crecimiento y oportunidades para ambos países".
Durante su primer discurso, Kerry mencionó la problemática del cambio climático: "Como nación debemos tener la previsión y el coraje para hacer las inversiones necesarias para salvaguardar el futuro de nuestros hijos y conseguir un entorno que no sea devastado: que el nivel del mar no siga creciendo, que no se den supertormentas destructoras y sequías propias de un cambio climático incipiente".
Keystone XL no supondría un cambio sustancial en las emisiones globales de efecto invernadero, por lo que el impacto en el cambio climático no será significativo”.
Departamento de Estado de EE UU
En la última evaluación realizada por el Departamento de Estado de EE UU (enero 2013), se concluye que “Keystone no cambiará el ritmo al cual se desarrollan las arenas petrolíferas de Alberta, tercer depósito de petróleo más rico del mundo”. El documento, de más de 2.000 páginas, señala también que oleoducto no supondría "un cambio sustancial en las emisiones globales de efecto invernadero, por lo que el impacto en el cambio climático no será significativo" .
Una vez publicada esta Declaración de Impacto Ambiental “se deberá abrir un período de comentarios públicos sobre la última etapa de revisión del oleoducto, y que tras este proceso llegué el permiso definitivo presidencial. Por desgracia, esto no está bajo nuestro control, pero desde TransCanada somos de la firme opinión de que la resolución se producirá en los próximos meses”, finaliza Shawn.
Tras esta audiencia pública, las agencias federales tendrán 90 días para trabajar conjuntamente con el Departamento de Estado con el fin de determinar si el oleoducto es de interés nacional. Por su parte, el Gobierno de Canadá defiende la construcción, ya que la considera fundamental para su desarrollo económico. Stephen Harper, primer ministro del país, incluso ha llegado a amenazar a EE UU con vender el petróleo a China, si no se aprueba el oleoducto.
A pesar de los argumentos a favor de Keystone es seguro que el movimiento social en contra de este oleoducto continuará las próximas semanas. "Esta causa no solo se ha convertido en la lucha más importante desde el punto de vista ambiental en muchos años, sino quizá también en el tema en el que el Gobierno de Obama ha sido más directamente confrontado por el ciudadano común", señala Bill McKibben, activista internacional contra el cambio climático y creador de 350.org (organización ecologista para evitar el cambio climático).
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