sábado, 1 de septiembre de 2012


El vino del futuro

La identificación de los ‘padres’ de la uva tempranillo permitirá crear nuevos ‘hermanos’ mejor adaptados

La variedad nació de un cruce en la Edad Media


Racimo de tempranillo.
El vino español será de mayor calidad y se adaptará mejor a las nuevas condiciones sanitarias, productivas, geográficas y climáticas. Estas son algunas de las conclusiones que pueden extraerse de la identificación de los progenitores del tempranillo, la variedad de uva tinta más extendida, con un 20% de la superficie total de viñedo.

Un grupo de investigadores delInstituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV, integrado por Gobierno de La Rioja, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de La Rioja) y del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario(IMIDRA) han identificado las uvas albillo mayor y benedicto como los padres del tempranillo. La primera, blanca, se cultiva aún en el centro peninsular; la segunda, tinta, solo se ha detectado de forma residual en zonas de Aragón.

Este hallazgo, fruto de ocho años de trabajo, culminó a finales de 2011 y se ha presentado recientemente. El equipo del ICVV ha realizado el análisis genético de secuencias significativas (marcadores) de ADN de 430 variedades de uva española existentes en el banco de germoplasma nacional de vid (con 3.419 ejemplares, es la colección más importante del país), ubicado en el IMIDRA, en Alcalá de Henares (Madrid). El personal del IMIDRA se ha encargado del estudio morfológico e histórico.


Habrá que esperar más de 20 años para tener nuevas variantes útiles

Los resultados iluminan el pasado y permiten vislumbrar el futuro de una variedad que aúna casi todas las virtudes que se buscan para la vinificación. Ahora sabemos que la uva tempranillo nació de un cruzamiento espontáneo en la Edad Media, posiblemente en la zona de La Rioja.

Pero lo más importante de este trabajo, como explica José Miguel Martínez-Zapater, director del ICVV e investigador del CSIC, es que “podemos crear hermanos de tempranillo, variedades que se seleccionen para adaptar la viticultura a nuevos cambios”. “Podremos hacer cruzamientos dirigidos para generar híbridos y seleccionar algunos que sean como tempranillo en calidad, pero que además tengan características mejoradas en respuesta al medio ambiente”. Algo fundamental, porque la tempranillo ofrece resultados óptimos en climas frescos, pero pierde acidez en zonas más cálidas. Y la tendencia del cambio climático es el aumento de la temperatura.

Aunque una solución socorrida para sortearlo es la plantación a mayor altitud, el director del ICVV considera que “el cambio climático no tiene una solución única”. “Las soluciones estables y sostenibles son las complejas”, sostiene, y aquí se incluye “la mejora genética”.

Hoy por hoy, el conocimiento genético de la vid no aconseja su modificación genética aunque a nivel experimental se hacen pruebas. Martínez-Zapater estima en 20 o 30 años el tiempo requerido para conseguir variedades útiles para la producción y el mercado. “Si fuera uva de mesa llevaría entre 10 y 15 años porque la selección acaba en la uva, pero hablamos de hacer vino; son apuestas a largo plazo”, asegura.

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