No solo con agua se apaga el monte
El CSIC publica el primer estudio sobre los daños que causan en la naturaleza los productos químicos que usa la Xunta para acelerar la extinción del fuego
SILVIA R. PONTEVEDRA Santiago de Compostela 30 MAY 2012 - 21:18 CET
Se conocen como retardantes de llama y tienen efectos secundarios en el medio natural. Son compuestos químicos que se empezaron a emplear en Estados Unidos en los años treinta para potenciar la labor del agua en la extinción, y su uso, desde entonces, no ha parado de medrar. Cruzaron el charco hace bastante tiempo, y en la década de los noventa, con Fraga en el papel de presidente apagafuegos, empezaron a usarse en Galicia. Ahora, aquí, los retardantes siguen en plena vigencia, y la bióloga Alejandra Couto acaba de presentar una tesis sobre las consecuencias de su uso y la muerte que siembran a su paso. Se trata del primer estudio (valorado con sobresaliente cum laude por el tribunal que lo examinó en la Universidade de Santiago) sobre los daños a largo plazo que causan estas sustancias extintoras y retardantes en el ecosistema gallego. Y ha dado también lugar al primer artículo científico sobre la materia al aparecer las conclusiones en el número 20 del International Journal of Wildland Fire, una publicación especializada en incendios forestales y sus efectos.
La Administración reconoce que recurre a estos productos en los incendios más grandes, rebeldes y desmandados que arrasan los montes gallegos, pero jamás informa sobre cuáles, entre los tres de uso más frecuente, utiliza y con qué criterios los elige. Porque estos compuestos tienen efectos nefastos sobre los pinos; o bien sobre el agua y la fauna que da vida a los ríos; o impiden que germinen las semillas en la tierra mientras provocan un desarrollo exagerado de los toxos.
Los retardantes más generalizados por sus virtudes a la hora de sofocar llamas son el polifosfato amónico, el agente espumante y el llamado firesorb. Se arrojan desde el aire, diluidos en el agua que sueltan helicópteros e hidroaviones. Y cada uno de ellos es perjudicial a su manera, afecta a un tipo de vegetación, y todos deberían evitarse en el caso de que haya algún regato, un río o alguna forma de agua empantanada.
Uno de los compuestos impide que germinen las semillas
“La Xunta no da información sobre esto”, lamenta Couto Vázquez cuando se le pregunta si tiene constancia del empleo de retardantes de llama en los fatales fuegos de este año, que asolaron enclaves emblemáticos, y en teoría protegidos, como las Fragas do Eume y el parque Natural do Xurés. La única manera de saberlo, ante el silencio administrativo, es hacer lo que hizo esta compostelana. Analizar durante cinco años muestras de tierra, comprobar que, efectivamente, las sustancias dañinas persisten en el suelo, y demostrar cómo sus componentes pervierten el desarrollo normal del ecosistema.
Dirigida en la tesis por Serafín González, Alejandra Couto desarrolló su trabajo en el departamento de Bioquímica del Suelo del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia (Centro Superior de Investigaciones Científicas). Para hacer el seguimiento, además de tomar muestras en otros lugares como Laza y el Macizo Central de Ourense (donde efectivamente comprobó que se habían aplicado estas sustancias durante los fuegos de 2010), el departamento recreó un incendio en Tomiño. Era preciso medir las consecuencias de los tres agentes químicos en el mismo terreno y con las mismas condiciones. La “quema experimental”, extinguida con estos retardantes y agua, tuvo lugar en el Alto da Pedrada, sobre 500 metros cuadrados de monte “de bajo interés ecológico” y antes de la temporada de cría de la fauna silvestre.
Dos de las sustancias extintoras atacan directamente a la fauna acuática
Las brigadas forestales deberían disponer de un mapa en el que, por las especies más abundantes y valiosas de cada lugar, se recomiende aplicar uno entre los productos o ninguno. Sin embargo, y aunque ya era sabido que el espumante y el firesorb alteraban gravemente el medio acuático, estos protocolos no existen.
El polifosfato amónico es el más poderoso de estos retardantes, su efecto sobre las llamas persiste durante más tiempo, por eso “siempre se recurre a él en los incendios más intensos”, explica Couto. La bióloga ha demostrado que provoca la eutrofización de las aguas, propicia el rápido desarrollo de la vegetación que rebrota a partir de cepa (como los toxos) e impide germinar la flora autóctona de semilla (como las uces) por la sobredosis tóxica de nitrógeno y fósforo que aporta a la tierra. El firesorb, por su parte, durante el estudio derivó en una mayor mortandad de pinos, aunque según la bióloga, esto habría que confirmarlo con más pruebas. El espumante es el método con menos efectos en la tierra aunque, al igual que el firesorb, es atroz para la fauna acuática: “invertebrados, insectos, peces”. “Estos productos alteran la permeabilidad de las membranas de sus células y los vuelven más vulnerables por los contaminantes”
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