viernes, 9 de marzo de 2012

La segunda vida de la basura

Artistas y diseñadores optan por la reutilización de desechos para sillas, bolsos o lámparas

Su experiencia revela que los residuos son una oportunidad de negocio sostenible y rentable



Raquel Moreno, responsable de Entrepunto, con sus creaciones. / SAMUEL SÁNCHEZ

Usar y tirar es una secuencia cotidiana. El contenedor es el destino lógico de botellas vacías, periódicos del día anterior, ropa pasada de moda, muebles astillados, cacharros que ya no funcionan y envases de todo tipo. De media, cada madrileño tira cada año 500 kilos de residuos al contenedor, pero de esa cifra ¿es todo basura?

Desde 2001 el colectivo Basurama estudia los deshechos en todos sus formatos y las posibilidades creativas de la reutilización. Hace tres años organizaron su primer Safari-Basura. Una búsqueda de muebles, ropa, electrodomésticos y materiales por los cubos de la ciudad que puso de relieve que lo que unos tiran es valioso para otros.

Más allá del posible uso particular, la reutilización de los residuos se ha revelado también como una oportunidad de negocio. En 1993 los hermanos suizos Markus y Daniel Freitag buscaban una mochila impermeable. En Zurich llueve unos 150 días al año y necesitaban un material que mantuviera seco el interior de la bolsa. Encontraron una solución versátil, barata y ecológica: una bandolera elaborada con viejas lonas de camión y antiguos cinturones de seguridad. Actualmente Freitag fabrica 160.000 unidades al año de sus más de 50 modelos de bolsos, fundas, monederos y mochilas. Tienen más de 300 puntos de venta en todo el mundo y han convertido el deshecho en un negocio sostenible, reconocido y rentable. Sus precios van desde los 19 euros de un llavero hasta los 490 del Williams, un bolso monocolor de lona trenzada disponible en blanco, rojo y amarillo.

El caso de la firma suiza es paradigmático pero no es el único. En los últimos 20 años son muchos los arquitectos, artistas, diseñadores y mentes inquietas que han apostado por la recuperación, la reutilización y el reciclaje como doctrina para la creación de sus piezas. Su experiencia demuestra que no todo lo que sobra es basura.

En Madrid son muchos los emprendedores que proponen crear objetos nuevos a partir de materiales deshechados, viejos, rotos, desvencijados, negados, apartados, tarados o anticuados. Mesas, sillas, relojes, pulseras y collares, revisteros... La lista es interminable.


Silla Milán creada a partir de chatarra por el artista Alberto Carvajal. / SAMUEL SÁNCHEZ

Una lámpara elaborada con cable encendió Entupunto, el proyecto de Raquel Moreno. “Hice la lámpara en 2008 para una asignatura de la carrera y fue como si se prendiera algo dentro de mí, hasta el punto de que esa noche no pude ni dormir. A ese primer prototipo lo llamé Rafaela por mi abuela, que era una gran tejedora”. Esta joven madrileña rescata residuos cotidianos para devolverlos a la vida a través del ganchillo, la cestería o el punto. “Reutilizo todo lo tejible”, explica. Papel de periódico, pajitas, bayetas, auriculares o tetrabriks que convierte en cestos, llaveros o tocados.

Las piezas de Entupunto esconden una reflexión sobre el origen del material, un carácter simbólico y un elemento sorpresa. Desde una lámpara de celuloide en la que la luz refleja la secuencia hasta una papelera elaborada con hojas de periódico que Moreno ha bautizado con un acertado juego de palabras: “Papel-era”.
En la chatarra también está el arte

En el taller de Alberto Carvajal, en Ciempozuelos, toneladas de viejos objetos se amontonan a la espera de una segunda oportunidad. Abrelatas, cadenas de bicicleta, discos de radial, muelles deformados y cacharros de cocina que el artista transforma en mobiliario, esculturas y en elementos constructivos como vidrieras o puertas. “Cualquier cosa puede servir para hacer otra”, asegura.

Bajo la mesa de trabajo siempre coloca un bidón que va llenando de piezas diminutas. “Guardo los restos de los materiales porque a veces en ellos encuentro formas muy interesantes o los utilizo para hacer obras nuevas”. Carvajal investigaba, ensayaba, trasteaba en su taller hasta 1996. Ese año participó en la I Maratón de Creación y Reciclaje, en Barcelona, y decidió abandonar el resto de sus actividades para volcarse en el diseño y la construcción de muebles, elementos arquitectónicos y artísticos de forma profesional. “Fue un punto de inflexión en el que me di cuenta de que había mucha gente que hacía este tipo de cosas y me dije: Bueno estoy un poco loco pero no tanto”.


Una pieza de Raquel Moreno. / SAMUEL SÁNCHEZ

La misma sensación sintió Ángela Estenson tras su paso por Reciclamadrid el año pasado. Diseñadora de joyas, una de sus piezas favoritas es un anillo de mano rosa que creó a partir de un botella de detergente. “Me gusta trabajar con plástico porque es muy resistente, no pesa, es dócil y se comporta como cualquier otro material permanente”, señala. Otras de sus propuestas incluyen pulseras de silicona, collares de bridas y complementos que combinan elementos clásicos como las perlas con cables y conectores.

En algunos casos, los residuos agradecen su vuelta a la vida inundando de energía a la persona que les brinda una segunda oportunidad. Es el caso de Elías Cuadrado que, a sus 65 años, es capaz de dedicar más de 300 horas a la construcción de una mesa de comedor. El desguace es el principal proveedor de este creador incansable que rescata la belleza técnica de la caja de cambios, el carburador, los alternadores o el cigüeñal para construir mesas, lámparas, relojes y esculturas. Un homenaje al motor de explosión capaz de ver más allá de una pieza grasienta y otorgarle un lugar destacado como protagonista absoluto de su obra. “Busco hacer algo original porque el verdadero arte no trata de hacer más de lo mismo sino algo innovador", dice.


Una lámpara creada a base de desechos. / SAMUEL SÁNCHEZ

El fluir de inspiración que Alberto Carvajal define como un “bullir continuo” ha motivado al artista de Ciempozuelos a convertir unas antiguas casetas que utilizaba de almacén en una escuela de artes y oficios. Un máximo de 10 alumnos por curso y siete disciplinas con la creatividad como denominador común.

Ecolínea aunaba factor ecológico y social hasta el año pasado. La crisis terminó con la iniciativa, que utilizaba el reciclaje para fomentar la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión social, tras siete años de trayectoria. En su taller de Collado Villalba, ya cerrado, un equipo de 16 personas convertía en coloridas bolsas las lonas promocionales de las exposiciones del Círculo de Bellas Artes y transformaba en delantales y guantes de cocina los carteles de las películas de Pedro Almodóvar.

Aunque Ecolínea no resistió a los envites de la crisis, son muchas las tiendas que se mantienen con una línea de productos que combinan el reciclaje y el comercio justo como Expresión Negra, Boo Noir o Ecomanía. Raquel Moreno y Ángela Estenson coinciden en que el reciclaje es fruto de una creciente preocupación social. La tendencia es positiva pero, según Moreno, puede ser un arma de doble filo “si se convierte en un reclamo para consumir más y ese no es el objetivo”

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