LA SITUACIÓN DEL PLANETA ANTE LA CONVENCIÓN DE DESARROLLO SOSTENIBLE RIO+20.
Del 13 al 22 de junio de este año se celebra en Rio de Janeiro la Convención de Desarrollo Sostenible, una de las cuatro Convenciones de Naciones Unidas (junto a cambio climático, lucha contra la desertificación y biodiversidad) que tratan de atajar dinámicas mundiales en las que los efectos externos de la actuación de unos países con respecto al resto tienen graves repercusiones, y de cuyos resultados se supone que se pueden derivar mejoras sustanciales para el bienestar y sostenibilidad de la población sobre el planeta. Allí se llevarán a cabo: la siguiente “Cumbre de la Tierra” (Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible), que reúne a los Gobiernos y los jefes de Estado; el “Foro de Partes Interesadas” (Stakeholder Forum), con las organizaciones no gubernamentales del sistema de Naciones Unidas; y la “Cumbre de los Pueblos”, con los representantes de ciudadanos y las organizaciones de la sociedad civil, con el objetivo de debatir tres cuestiones fundamentales: “1. ¿Qué ética necesitamos para sentar las bases de una nueva civilización que haga frente a los peligros del mundo actual, cree nuevas formas de vida y abra nuevas perspectivas a la aventura humana en el comienzo del siglo XXI? 2. ¿Qué organización debe concebirse para construir una nueva gobernanza mundial? 3. ¿Cómo construir una economía sostenible capaz de hacer frente a la pobreza y a la concentración de la riqueza?”. (http://rio20.net/proceso).
En los propios enunciados de las anteriores cuestiones se encuentran implícitas ideas que parecen fuera de duda para todos, menos para la mayoría de los Gobiernos en sus prácticas cotidianas. Naciones Unidas, el Foro de Partes Interesadas o la Cumbre de los Pueblos, muestran que la realidad actual exige un nuevo modelo de civilización y nuevas formas de gobierno mundial ante la existencia de graves riesgos en la dinámica actual que, si no se enfrentan, pueden llegar a crear graves problemas al bienestar de la población y, en última instancia, llegar a afectar a la sostenibilidad de la misma sobre el planeta.
¿Servirá para encontrar soluciones a esta problemática Rio+20? Probablemente sólo de forma marginal, ya que los que hemos tenido ocasión de acudir a las cumbres gubernamentales de estas Convenciones en representación de los correspondientes países, sabemos de la dualidad de comportamientos y de la lentitud y dificultad de establecer compromisos concretos, medibles y disciplinables, que los países estén dispuestos a aceptar.
Esta realidad hace que conceptos como el que da título a la propia Convención (Desarrollo Sostenible) cuyo origen se asume que proviene del por todos conocido como Informe Brundtland (Nuestro futuro común. ONU 1987) y cuya materialización como compromiso se establece en la Conferencia de Rio de Janeiro de junio de 1992, sea asumido formalmente por partidos, gobiernos e instituciones de todo el mundo, pero todavía esté muy lejos de ser la práctica habitual ni el objetivo real de la inmensa mayoría de Gobiernos del planeta. Y que, en la práctica, en España se haya avanzado de 2004 a 2012, con claro-oscuros, pero con evidente regresión en las políticas que se están poniendo en práctica por el nuevo Gobierno.
Este hecho, generalizado en la mayoría de países del planeta, es objeto de clara preocupación por parte del Secretario General de Naciones Unidas, quién ha querido influir en los planteamientos de Rio+20 con la realización y presentación de un Informe: “Resilientpeople, ResilientPlanet” y el subtítulo de “A futureworthchoosing” (un futuro que vale la pena elegir) realizado por un Panel de 22 personas de alto nivel, copresidido por los Presidentes de Finlandia y Sudáfrica, e integrado por presidentes, primeros ministros, ministros, o expertos de alto nivel que han desempeñado cargos de gestión administrativa de alta responsabilidad, entre los cuales se encontraban Gro Harlem Brundtland, autora del citado Informe Brundtland, y Cristina Narbona, ex ministra de medio ambiente de España entre 2004 y 2008.
El Informe reconoce que los avances hacia el desarrollo sostenible, después de 25 años del Informe Brundtland, han sido muy escasos y reitera análisis y conclusiones (Box 1, pág. 16 a 19 del Informe:http://www.un.org/gsp/sites/default/files/attachments/GSP_Report_web_final.pdf) ya presentes desde hace más de cuarenta años en otros muchos informes (inicialmente por el Informe del Club de Roma) de la comunidad científica internacional, frecuentemente hechos suyos por la ONU.
El Informe resalta la importancia de comprender las dimensiones de los problemas que afronta la humanidad, pero olvida –o más bien sugiere, pero no externaliza- algunas de las causas fundamentales de los mismos. Así, señala que “las fuerzas que causan la grave situación actual son los estilos de vida insostenibles, las modalidades de producción y consumo insostenibles y los efectos del crecimiento demográfico”, olvidando algunas causas fundamentales que, en mi opinión, son las que tal vez mejor permiten comprender la dinámica histórica mundial seguida en los últimos decenios, como son:
*La implantación generalizada de una filosofía basada en la supremacía del beneficio económico individual (que los conservadores defienden como paradigma de acción social), que ha implicado la subordinación de la economía productiva a la economía especulativa. La magnitud de esta transformación se refleja en que se estima que las transacciones anuales de capitales especulativos superan en 75 veces a las transacciones de bienes y servicios (economía real) y en 70 veces al PIB mundial (a mediados de los noventa era 25 veces) correspondiéndose del orden del 80% de estas transacciones especulativas internacionales con transacciones en los mercados de divisas, y teniendo gran parte de estas transacciones una duración inferior al día.
*La subordinación del interés general a la filosofía del enriquecimiento individual, a través de la desregulación, en particular en el mundo financiero con la creación de múltiples productos financieros derivados y de la ingeniería financiera subyacente.
*El fuerte proceso de mundialización de la economía, potenciado por internet y por la seguridad, tanto en un transporte de incidencia muy reducida en el coste de los productos, como en un comercio internacional creciente. Pero con incertidumbres futuras asociadas al incremento de riesgos geopolíticos y al incremento de costes del petróleo (WorldEnergy Outlook 2011. International Energy Agency. OECD. París. 2011).
*La regresión en los derechos de los trabajadores de los países desarrollados, tomando como referencia la situación de las sociedades menos avanzadas en sueldos y derechos, aduciendo que es necesaria esta regresión para asegurar la competitividad internacional en un mundo globalizado.
*La distribución regresiva e injusta del valor añadido producido, con menor peso de los sueldos y salarios y de los impuestos para las administraciones públicas, lo que dificulta el incidir en la cohesión social, incrementándose las desigualdades.
*La propiedad de los recursos y capitales productivos cada vez más concentrados en multinacionales y en distintos fondos de capitales (fondos soberanos, fondos de pensiones, bancos de inversión, etc.).
Desde el punto de vista socioeconómico, como señala el Informe, en el ámbito mundial estos procesos han llevado a:
1.-El incremento de la desigualdad extrema (1% más rico del planeta concentrando cifras de riqueza exponencialmente creciente, con una diferencia incrementada entre el 10% de la población con mayores ingresos que es ahora nueve veces superior a la del 10% de menores ingresos, con un incremento de la desigualdad media mundial en la distribución de la renta de un 20% entre 1990 y 2005).
2.-Una pobreza creciente (por encima del 20% incluso en los países desarrollados, aunque, en términos globales se haya pasado de un 46% de la población mundial, pobre en 1990, a un 27%, en 2005).
3.-La muerte de millones de personas por enfermedades fácilmente curables o por desnutrición (incremento de unos 20 millones de personas desnutridas entre 2000 y 2008), aunque se producen suficientes alimentos en el mundo para alimentar a toda la población del planeta sin problemas.
Y, desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental, estamos sobrepasando las capacidades del planeta con fenómenos asociados a:
1.-Los riesgos del cambio climático, ya que se ha registrado un incremento del 38% medio anual en las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, con una concentración media de dióxido de carbono equivalente, en 2010, de 389 partes por millón, que muestra que ya con la situación actual de concentración de gases la temperatura media global aumentará entre uno y tres grados centígrados a mediados de siglo, y de dos a cinco grados a finales del mismo, (http://www.unep.org/publications/ebooks/emissionsgapreport/pdfs/GAP_REPORT_SUNDAY_SINGLES_LOWRES.pdfy http://www.ipcc.ch/news_and_events/docs/ipcc34/SREX_FD_SPM_final.pdf), lo que generará pérdidas de miles de millones de euros y afectará gravemente a sectores económicos como el turismo y la agricultura, a los balances hídricos, al sistema forestal, ecosistemas y, de manera directa e indirecta, a la conservación de la biodiversidad, así como al incremento del riesgo litoral, como consecuencia del incremento esperado en la intensidad y gravedad de los temporales y del progresivo incremento del nivel de los mares.
2.-La degradación de los mares, con un 85% del “stock” pesquero sobre-explotado o agotado, lo que significa un grave retroceso sobre la situación de hace veinte años; con una creciente acidificación por el CO2 absorbido ante las altas concentraciones atmosféricas del mismo; y un fuerte incremento de la contaminación por fósforo y nitrógeno usado en agricultura, que está dando lugar a mayores zonas muertas en nuestros mares.Todo lo cuál está poniendo en grave cuestión las cadenas tróficas marinas y las posibilidades de alimentación de las poblaciones dependientes de la pesca.
3.-La degradación del suelo fértil por urbanización, ocupación por basureros o erosión.
4.-Una pérdida de superficie forestal del orden de 13 millones de hectáreas por año, entre 2000 y 2010, que han llevado a que se haya perdido del orden del 53% de la cobertura vegetal primaria del planeta.
5.-La pérdida de biodiversidad y de ecosistemas, que hacen que dos terceras partes de los servicios proporcionados por la naturaleza a la humanidad estén en reducción y en riesgo. Tras el fracaso del objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad para el 2010, la tercera edición del “Global BiodiversityOutlook” (http://www.cbd.int/doc/publications/gbo/gbo3-final-es.pdf) muestra que la mayoría de los hábitats está declinando y que la tasa de extinción de especies se sigue acelerando.
6.-La superación de los siete mil millones de habitantes, en 2011, junto a la previsión de que la población para 2050 llegará a ser del orden de 9.000 millones de habitantes y su creciente urbanización (http://esa.un.org/unpd/wpp/Excel-Data/population.htm), unidas a un creciente consumo energético y global per cápita (imposible de generalizar al nivel de los países desarrollados para todos los habitantes del planeta, como es la tendencia) y una generación de residuos también en ascenso, plantean la intensidad de la insostenibilidad del actual modelo.
Mientras, el Informe señala que los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas se van consiguiendo parcial y lentamente, mejorando la esperanza de vida de la población (3.5 años entre 1990 y 2010), los niveles de educación (desde 1999 a 2008 se han incrementado en más de 52 millones los niños que tienen acceso a la escuela primaria) o disminuyendo el porcentaje de población que vive en la absoluta pobreza, en gran parte por la mejora de la situación en países como India, China o Brasil, pero a costa de incrementar desmesuradamente las contradicciones entre consumo y recursos disponibles, incrementar la incidencia de las emisiones sobre el cambio climático y reproducir los modelos insostenibles de consumo de los países occidentales en los países en desarrollo.Y recoge, igualmente, un conjunto de ejemplos de “buenas prácticas” (como la mejora del “agujero de ozono” por el cumplimiento del Protocolo de Montreal, la mejora del acceso al agua, al saneamiento, o a la energía, con un particular y positivo avance en el uso de las energías renovables) que aunque sitúan al planeta todavía lejos del cumplimiento de los Objetivos del Milenio para 2015, significan, en todo caso, un avance hacia la sostenibilidad, que le sirven para reforzar el contenido y viabilidad de sus recomendaciones.
Es evidente que vivimos en un mundo en el que el conocimiento y la técnica posibilitarían conseguir un nivel de bienestar y satisfacción generalizados para toda la población mundial, sin distinción, en condiciones que aseguraran la sostenibilidad y prosperidad del planeta; pero, sin embargo, estamos muy lejos de esa situación y las tendencias políticas y económicas siguen conduciendo a la desprotección de los más débiles del planeta frente a los agentes con mayor capacidad de intervención productiva y especulativa, que son también, a través de los “lobbies” y del poder de los mercados (control de los tipos de cambio de las divisas), los que detentan mayor capacidad de influencia política sobre los gobiernos de todo tipo (democráticos o no democráticos).La hipertrofia de los mercados financiero-especulativos globales, que siguen rigiéndose por la obtención de beneficios a muy corto plazo, con base en las expectativas de variaciones en los tipos de cambio y en las fluctuaciones de precios de activos y materias primas generados por sus propias actuaciones, es una pieza fundamental de ese proceso, que tiene su complemento en los paraísos fiscales, incomprensiblemente respetados incluso en el seno de la Unión Europea (Luxemburgo se define como uno de los tres paraísos fiscales más importantes el mundo por volumen de recursos que en él encuentran cobijo, junto a Suiza y las Islas Caimán).
Como camino a seguir, el Informe define 56 recomendaciones para avanzar hacia el desarrollo sostenible: 26 para capacitar a la gente para que realice elecciones sostenibles; 13 para avanzar en una economía sostenible; y 17 para reforzar la gobernanza institucional. Para capacitar a las personas para que elijan opciones sostenibles, propone exigir el cumplimiento de los compromisos internacionales sobre los Objetivos del Milenio (con especial referencia a los derechos humanos y a terminar con la situación desigual de las mujeres); promover la educación (proponen un fondo mundial para la educación que permita conseguir el segundo Objetivo del Milenio) y el empleo sostenibles; favorecer un consumo sostenible; promover la revolución verde; y crear resilencia en las personas y en el planeta. Para trabajar por una economía sostenible propone centrarse en lograr un crecimiento verde, internalizando todos los costes externos en bienes y servicios, regulando los incentivos que permitan la adaptación de las inversiones y las transacciones financieras al desarrollo sostenible, potenciar la financiación para el desarrollo sostenible, y crear un indicador de desarrollo sostenible que permita visualizar los avances en este sentido. Para reforzar la gobernanza institucional, hay que incentivar la coherencia a todos los niveles, establecer el conjunto de objetivos de desarrollo sostenible a alcanzar en común, informar periódicamente de forma integrada de los avances conseguidos y de los compromisos cumplidos, y adaptar las instituciones internacionales a los objetivos del desarrollo sostenible, creando un Consejo Global para el Desarrollo Sostenible.
Y termina con un llamamiento a la acción, con la esperanza de que, a través del Secretario General de Naciones Unidas se trasmita, de arriba a abajo, a todos los Gobiernos las recomendaciones y, tanto en las instituciones y administraciones nacionales como en las internacionales, éstas se pongan en marcha, monitorizándose y evaluándose los resultados de esa puesta en acción.
¿Cabe esperar que esta vez sea diferente y estas recomendaciones se cumplan? Difícilmente, y más si los ciudadanos no reaccionamos, de abajo a arriba, para forzar en los Gobiernos un cambio de modelo mediante la adopción de la adecuada planificación, y que los inevitables cambios que nos esperan se produzcan a un menor coste socioeconómico para el conjunto de la sociedad, y haciendo recaer los costes de las externalidades sobre quienes las producen. El desarrollo o lo hacemos sostenible o no será desarrollo más que para unos pocos y seguiremos poniendo en peligro el bienestar de las generaciones futuras.
Antonio Serrano Rodríguez
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